El colonialismo
, marcado por la partición de África y otras regiones del mundo, persiste como un legado que sigue influyendo profundamente en las dinámicas políticas y sociales actuales. Aunque estas divisiones geográficas fueron creadas hace más de un siglo, sus efectos resuenan en el presente, moldeando identidades y alimentando conflictos.

El estudio del siglo XIX europeo - marcado por nacionalismos e imperialismos - es crucial para comprender el desarrollo del colonialismo y la partición de África. Durante este siglo se presenció la brutal competencia entre potencias europeas por la expansión territorial y el control de recursos en África y otros continentes. 

Se puede considerar la Conferencia de Berlín uno de los momentos más importantes de la historia y el desarrollo de África. Convocada por el canciller alemán Otto von Bismarck, esta reunión congregó a las potencias coloniales europeas con el objetivo de regular la colonización y la explotación de África sin iniciar conflictos entre ellas. Se crearon "esferas de influencia", áreas donde las potencias europeas tenían presencia sin límites claros. Esta fórmula evitaba el inmediato despliegue de recursos para un control político. Sin embargo, se acordó que para anexar estas áreas era necesario establecer un control efectivo. Las potencias podían reclamar áreas no ocupadas, acelerando así la colonización de África. Hacia 1900, casi todo el continente estaba colonizado, excepto Etiopía y Liberia.

Esta conferencia es muy criticada por su carácter colonialista, ya que las potencias europeas basaron las decisiones tomadas en la conferencia sin tener en cuenta las realidades locales o el consentimiento de la población indígena. 

Las fronteras coloniales fragmentaron comunidades, dividiendo grupos étnicos y culturales, lo que ha contribuido a conflictos que a día de hoy persisten. En muchas naciones africanas, estas divisiones artificiales han dificultado la formación de identidades nacionales, fomentando tensiones internas y separatismos. Otro de los grandes males que a día de hoy perduran es la dependencia económica y deuda creada durante la colonización, con muchas naciones todavía luchando por liberarse de estructuras económicas dependientes de la exportación de materias primas.



 

Tras la independencia, los países del continente africano se encontraron con muy pocas infraestructuras que pudieran contribuir con el desarrollo económico y social, y se vieron obligados a endeudarse. El resultado de todo ello fue que el volumen de la deuda de los países africanos no ha parado de crecer, alcanzando altos niveles de sobreendeudamiento.

El ratio de deuda promedio en África subsahariana casi se ha duplicado en solo una década: del 30% del PIB a finales de 2013 a casi el 60% del PIB a finales de 2022. Un estudio del Fondo Africano de Desarrollo reveló que en las últimas dos décadas, los pagos de deuda de los países africanos endeudados han superado la inversión realizada en áreas cruciales como salud y educación. Esta situación ha generado restricciones financieras que obstaculizan el progreso y desarrollo de dichos países.

En resumen, la deuda externa africana tiene raíces profundas en la historia colonial del continente y ha contribuido significativamente a los desafíos económicos y sociales que enfrenta África en la actualidad. Afrontar este problema necesita que se atienda tanto las deudas financieras como las injusticias estructurales arraigadas en la historia colonial.